Vivimos en tu reino, al que imponemos el nuestro, sin preguntarte nada, sin entender el canto del warao que llora al cortar un árbol, sin intuir lo salvaje que somos al herirte sin misericordia para saciar nuestra hambre de pobreza, haciendo nuestra voluntad en tu piel con la excusa de que el cielo nos dio permiso.
Aun sin embargo, te pedimos que hoy nos des el pan de cada día, que sigas generosa a pesar de nuestro egoísmo, el mismo que aprendimos a compartir equitativamente contigo y con millones de tus hijos, lejanos a nosotros, pero que como ácaros los condenamos a alimentarse del polvo de tu aridez.
Por ello perdona nuestras ofensas eternas, esas deudas que no alcanzaremos a pagar, perdónanos la llagas de Hiroshima y Chernobil, del Congo y del Valdéz, de la mancha negra y las heridas de tu espacio polar, de una lista infinita de crímenes que nos manchan las manos y el alma, perdónanos cada mordida, cada zarpazo de nuestras garras a tu corazón verde que palpita en el sur, perdónanos, aunque nosotros aun no hayamos aprendido a perdonar.
No nos permitas seguir cayendo en la tentación de culparte por nuestras muertes, sin revisar nuestros abusos a tu delicado equilibrio cósmico y líbranos del mal de un futuro sin la especie humana pululando sobre tu espalda, porque tu seguirás colgando del cielo sobre la nada y no nos necesitas, haznos entender que sin ti no somos, Amen!
Joel Linares
0 comentarios:
Publicar un comentario